Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ

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viernes, 2 de abril de 2010

Cedric Allingham




Cedric Allingham




Cedric Allingham


El mensajero de Marte



Cuando alguien decida un día que ha llegado el tiempo de escribir la historia de la comunicación interplanetaria desde sus inicios, no hay duda de que George Adamski ocupará un lugar importante en ella. ¡Cedric Allingham no lo hará! No tengo ninguna ilusión al respecto; creo que mi encuentro con el Platillo Marciano no tendrá ninguna oportunidad frente al de Adamski y tal vez el de Stephen Darbishire. En el mejor de los casos seré recordado como un científico aficionado que tuvo la buena fortuna de ser el primer británico en contactar con un hombre de otro planeta.

Cuando estaba en Escocia, poco después de la Navidad, a principios de este año (1954), los platillos no eran algo que me inquietara; ciertamente no tenía ni idea de un avistamiento, mucho menos de un contacto directo. Tenía que estar en Londres por asuntos de negocios durante varias semanas y mis pensamientos estaban en alejarme de las ciudades. Desde que tuve que estar durante dos años en un sanatorio durante la primera parte de la Guerra, yo me sentía más confortable fuera del humo y el bullicio de Londres. Viviendo en mi camper y viajando a través de Inglaterra, llegué a la ciudad de Elgin. No tenía planes concretos, aparte de la idea de estudiar la vida de los pájaros. Era mi intención dirigirme a Wick, a una parte más al norte de Escocia. Tal como ocurrieron las cosas llegué a Lossiemouth por una semana y regresé directamente a Londres, al Museo Británico.

La mañana del 18 de febrero me encontré paseando a lo largo de la costa, entre Lossiemouth y la distante Buckie. Estaba ensimismado en mis pensamientos sobre los pájaros. El área estaba poco poblada, y por un par de horas estuvo completamente sola. Entonces vi un hombre, caminando sólo en dirección opuesta a la mía. No estábamos tan cerca como para saludarnos, pero noté que estaba vestido como un pescador.

Fue cerca de 10 minutos después, a las 12:35, que vi por primera vez el platillo.

Para ser más precisos, lo oí primero. No era un sonido de un aparato, era un ruido que me hizo pensar en un gran pájaro. Volteé hacia arriba y sobre mí pude ver una manchita parecida a un pájaro. Sin embargo, cuando salgo a caminar siempre cargo una cámara y mis viejos, pero excelentes, binoculares Voigtlander. Rápidamente enfoqué los binoculares y maravillado observé lo que sólo podría ser un platillo volador.

Destellaba bajo el Sol, dando la impresión de estar hecho de metal. Debido a que el domo superior estaba inclinado, se distinguían claramente los engranajes esféricos del tren de aterrizaje. Ahora puedo entender muy bien cómo puede describirse como un “disco” si estaba colocado simétricamente apuntando su base hacia abajo. De su tamaño no soy capaz de dar ninguna conclusión; no creo que las estimaciones del tamaño, en observaciones distantes, sean de gran valor, a menos que se conozca perfectamente la distancia –en el caso de este platillo sería como hacer una adivinanza. Todo lo que puedo decir es que, si estaba cerca de los 1,600 metros, por la altitud de las nubes que estaban en aquel lugar del cielo, su tamaño sería comparable a la de un bombardero.

Me paralicé, y también mi cerebro, y comencé a moverme una vez más –primero lentamente, y luego más rápidamente, hacia el Norte y hacia arriba. Bajé mis binoculares y tomé tres fotografías. Sabía que era algo desesperado –sólo soy un fotógrafo aficionado y una cámara barata no puede hacer maravillas. Todo lo que podía esperar encontrar en el film eran pequeñas manchas. (Que, en efecto, en un caso fue exactamente lo que encontré; el platillo puede verse, pero sólo eso –el original está disponible para cualquiera que quiera verlo. Las otras dos se incluyen en las páginas de este libro).

Recuerdo que registré el tiempo, y seguí el objeto con mis binoculares hasta que desapareció entre las nubes que permanecían cubriendo la parte norte del cielo. Entonces hice un dibujo del aparato –que tendría más valor si fuera un buen dibujante.

Por al menos una hora permanecí en el mismo lugar observando el cielo con mis binoculares esperando ver algo más. Pero nada apareció.

Finalmente me rendí, pensando en la oportunidad de haber visto el último de mis platillos voladores.

Debo decir que en ese tiempo no tenía conocimiento del platillo de Coniston que había sido visto por Stephen Darbishire. Probablemente fue reportado en los periódicos de la mañana, pero yo no lo había visto ya que no estaba interesado y sólo quería alejarme del bullicio de la vida citadina.

Originalmente decidí permanecer en la vecindad el mayor tiempo posible, y me senté a comer mi almuerzo. Ya no estaba interesado en los pájaros, lo único que quería era ver de nuevo el platillo –de ser posible de más cerca. Creo que experimenté el mismo sentimiento de Adamski y Stephen después de sus encuentros. Parece altamente improbable que la telepatía pueda tener cualquier valor para mí, es algo extraño para mi tipo de mentalidad. Por lo tanto no hice ningún intento de poner en blanco mi mente para poder captar cualquier clase de impulso mental.

Llegué a la conclusión de que si quería ver un platillo de nuevo, una mancha podría ser tan buena como otra; razoné que era probable que a cientos de millas de ahí, tal vez más allá de la atmósfera, estuviera el platillo. Por lo tanto continué mi camino a lo largo de la costa, lejos de Lossiemouth, manteniendo fija mi atención en el cielo.

Las nubes continuaban ahí pero había una gran porción de cielo azul, y todo era completamente normal tan lejos como podía ver. Comencé a pensar que el platillo había sido un truco de mi imaginación. Vi mi dibujo y no pude dejar de pensar en que realmente lo había visto.

Eran las 3:05 cuando vi de nuevo –más alto que la primera ocasión y moviéndose más rápidamente. Con mis binoculares sólo puede ver lo suficiente para asegurarme que era un platillo y no un globo meteorológico o cualquier otro tipo de aparato convencional. Ahora estaba muy excitado. Aún tengo en mi memoria la escena –pienso que lo pude ver a una distancia de alrededor de ¡1,500 metros! Entonces hice otro intento de fotografiarlo, pero esta foto no muestra su forma. Una vez más la nubes en movimiento bloquearon mi visión y cuando se movieron el platillo había desaparecido.

Comencé a pensar que tal vez tendría la oportunidad de tener contacto; las condiciones eran favorables. Los incidentes pasados parecían indicar que los hombres espaciales evitaban las áreas populosas. Cuando aterrizaban era lejos de pueblos y villas. El contacto de Adamski con el venusino fue en el desierto de California. Yo había supuesto que este platillo era venusino y, como descubrí posteriormente, estaba equivocado. Creo que era un error natural.

De nuevo esperé, lleno de esperanza, pero nuevamente fui defraudado. Esperé hasta las 3:20 y luego me retiré del lugar…

3:30… Las nubes parecen aclararse. Camino lentamente y observo. Cerca de las 3:40 regreso en dirección de Lossiemouth caminando lentamente. No tenía intención de dejar el área hasta ver algo más.

A las 3:45 –no recuerdo el tiempo exacto, pero no pueden ser más de pocos minutos después de que comencé a caminar en dirección opuesta- oí el extraño sonido de nuevo, y ahí, viniendo desde el mar, estaba el platillo. No había duda de sus intenciones. Iba a aterrizar. Cuando estaba a pocos metros de mi, claramente oí un zumbido que supuse sólo podía provenir del aparato. Era la confirmación de mi teoría de que los “platillos voladores” eran operados por medios más o menos convencionales –y no por control mental o algo parecido.

Estaba paralizado por la mancha: luego tomé mi cámara e hice un par de fotos en rápida sucesión, cuando el platillo estaba en su descenso final. Venía directamente hacia mí. El cuerpo metálico parecía brillar, y antes de aterrizar el platillo se mantuvo por un segundo o dos a unos 45 metros de donde estaba con un sonido suave pero audible. Esto era algo nuevo –el platillo de Adamski no aterrizó sino que permaneció sobrevolando a pocos metros de la superficie. No hay ninguna prueba de que el platillo de Darbishire haya tocado el suelo. Yo, por supuesto, no se si el platillo de Lossiemouth era ligeramente diferente de carácter del de Adamski.

Era indudablemente un aparato magnífico y su acabado, seguramente, causaría la envidia de nuestros fabricantes de aviones. Tenía cerca de 50 metros de diámetro y tal vez 18 metros de alto; la carcasa, la pared central y el domo superior parecían haber estado hechos de una sola lámina de metal –no pude detectar juntas ni pernos. No puedo decir de qué metal estaba hecho; su color lustre era parecido al del aluminio pulido (pero por supuesto debería ser mucho más robusto).

Había dos grupos visibles de “ojos de buey”, colocados de 3 en 3 a lo largo de la pared central sobre la que estaba un pequeño bisel. De la parte superior del domo se proyectaba una varilla vertical que me recordaba a un pararrayos. No puedo adivinar su función. El tren de aterrizaje esférico –en tres puntos justo bajo la base de la carcasa- parecía como si estuviera hecho de un material ligeramente rescilente similar en textura al caucho.

Adamski dijo de su primer contacto con un hombre espacial: “Me siento como un pequeño niño en la presencia de una gran sabiduría y mucho amor”. Yo no puedo decir que sentí lo mismo. Sabía que estaba a punto de reunirme con un ser de otro mundo, creí que este ser, quien fuera que fuese, debería tener mayores conocimientos científicos que el hombre más sabio de la Tierra. Pero yo mantuve una actitud calmada ante la experiencia.

Cuando me acerqué al platillo un panel deslizante salio de la parte inferior, y un hombre saltó hacia la tierra ligera y graciosamente. Cuando avanzó para reunirse conmigo, levanté mi brazo y saludé. El hizo lo mismo. Y entonces, por un momento, permanecimos quietos.

Era natural que hiciéramos eso. Él probablemente había visto otros terrícolas; yo nunca había visto un hombre del espacio. En lo esencial, sin embargo, nuestra apariencia era similar. Mi altura es de 5 pies 9.5 pulgadas y la suya era ligeramente mayor; yo podría decir que era de alrededor de 6 pies. Para los estándares terrestres podría decir que éramos de la misma edad (yo tengo 32), y su cabello, como el mío, era café y corto. Pero su piel tenía un color curioso, de un apiñonado profundo. Aún así, si hubiera estado vestido con ropa terrestre, dudo que hubiera tenido dificultad de pasar por un inglés. La única diferencia era que su frente era más alta que la de cualquier hombre que conozca.

Sin embargo, sus ropas eran completamente diferentes de las mías. En esos días de ciencia ficción, la mayoría de nosotros habíamos visto fotografías de trajes de una sola pieza que vestían los héroes mientras saltaban de un mundo a otro. Extrañamente, los escritores de ciencia ficción no estaban lejos de la verdad en este caso. El traje del hombre espacial cae dentro de estos parámetros. Lo cubre completamente desde su cuello hasta los pies, y sólo las manos están libres: no hay zapatos definidos; los pies están dentro del traje. El traje me recuerda algo muy similar a una malla –presumiblemente aislante y ciertamente flexible.

Hubo algo más que llamó mi atención –su nariz, o algo conectado con ella. Uno de los más serios problemas de los vuelos interplanetarios ha sido, si llegamos a otros mundos, cómo podremos respirar. Y cómo pueden respirar los seres de otros mundos que nos visitan. Venus, como sabemos, tiene una atmósfera básicamente de dióxido de carbono, mientras que el aire de Marte en su mayoría es nitrógeno y contiene una muy pequeña cantidad de oxígeno libre.

El hombre del espacio tenía un aditamento en su nariz que yo pensé estaba relacionado con la respiración. Parecía un pequeño tubo colocado en cada fosa nasal, pegados por una banda metálica del grosor de un cerillo. Noté que en todo el tiempo que estuvo en la atmósfera, respirando nuestra atmósfera rica en oxígeno, lo hacía a través de su nariz –nunca a través de su boca. Esto nos indica de modo obvio su función. El aditamento de la nariz era algo más o menos que un tipo avanzado de aparato respiratorio.

Las ideas comenzaron a fluir a mi cerebro. Aquí estaba, seguramente, una oportunidad dorada de encontrar algunos de los secretos de los platillos; era una oportunidad que probablemente no ocurriría de nuevo –al menos a mí. Estaba ansioso de no desperdiciar el tiempo preguntando trivialidades y perder la oportunidad de encontrar cosas de mayor interés, no sólo para mí sino para toda la gente que vive en este planeta. Rápidamente pensé en la entrevista de Adamski.

¿Qué era lo más esencial? Indudablemente saber de dónde venía este hombre. Señalé el cielo y tomé una actitud de pregunta. El hombre sonrió y asintió. Era una sonrisa placentera; él sonreía con sus ojos tanto como con sus labios- algo que puede decirse de pocos terrícolas de estos días.

Tomé mi libreta y dibujé un diagrama en ella. En el centro coloqué el Sol con rayos, para aclarar lo que quería decir. Rodeándolo dibujé 3 círculos, para representar las órbitas de Mercurio, Venus y la Tierra.

Señalé el tercer círculo y luego a mí. El asintió. Luego señalé el segundo círculo y lo señalé a él.

Para mi sorpresa, movió su cabeza.

¡No era de Venus! Señalé de nuevo y dije: “Venus”. Él repitió: “Venus”. Era la primera vez que oía su voz y no cabía duda que no era nativo de este planeta. Es difícil, sino imposible, explicar su tono, pero tenía una calidad líquida –no como de gorgoreo o de los antiguos hombres de las cavernas, sino de agua clara de una colina en primavera.

Por tercera vez apunté la órbita de Venus. Y por tercera vez el movió la cabeza.

Traté de nuevo. Fuera de la órbita de la Tierra dibujé un cuarto círculo para representar la órbita de Marte. Lo señalé y luego a él, y dije: “Marte”.

Él asintió. E inmediatamente comencé a entender porqué era diferente al visitante de Adamski –y porqué su platillo no era idéntico al de Adamski, aunque aparentemente construido con un patrón similar. El venía de un planeta diferente. Marte, también estaba habitado por seres que habían resuelto los problemas de los viajes interplanetarios.

Pero yo quería estar seguro de que él venía de Marte. Debido a su fuerte color bermejo, Marte siempre fue conocido como el planeta rojo. Mi pluma fuente tenía una tinta roja. La tomé de mi bolsillo y apunté el dibujo de la órbita marciana, y luego la pluma roja, y luego a él. Él entendió rápidamente. “Marte”, repitió después de mi.

¿Qué seguía? Obviamente era imposible descubrir todo lo que quería conocer haciendo signos y dibujando diagramas. Adamski, si leí correctamente su relato, conjuró a imágenes mentales, algo como una suerte de unión telepática con un visitante. Yo estaría maravillado si pudiera hacer lo mismo ya que tengo poca confianza en mi mismo. Era posible, pensé, que si el marciano tenía poderes telepáticos altamente desarrollados era capaz de recibir el mensaje. Decidí probar. Dibujé un platillo volador desplazándose desde Marte hasta la Tierra y pregunté mentalmente: “¿Por qué han venido aquí?”

Hubo una pausa y de nuevo nos miramos mutuamente. Hice otro esfuerzo e comunicación telepática concentrándome y mirándolo pidiéndole ayuda: era claro que mis esfuerzos no tenían éxito. Tuve un repentino deseo de reír. Señalé mis labios, luego mi cerebro, agité mi cabeza y sonreí.

El marciano me miró y luego también sonrió. Debe haber sido un espectáculo lúdico –¡hombres de diferentes planetas necesitados de ayuda en una solitaria parte de la costa escocesa sonriendo de sus esfuerzos para hacerse entender!

Estaba ansioso de hacerle entender que yo era un amigo. Y la única forma que se me ocurrió fue dándole un regalo y lo único que tenía para regalar era mi pluma fuente. Se la extendí haciéndole signos para que la tomara. Le tomó pocos segundos entender, entonces sonrió y levantó sus manos en lo que era un evidente gesto de gratitud. Entonces colocó cuidadosamente la pluma en la bolsa externa de su ropa.

Algo que siempre me había intrigado era la fuente de poder de los platillos. Tengo que repetirlo porque considero que éste punto es muy importante. Yo había oído un sonido sordo que parecía provenir de uno o varios motores; ahora era el momento de aclarar esto. Señalé el platillo a sólo pocos metros de ahí, y traté de imitar el sonido que había escuchado acompañándolo de mímica imitando un platillo en vuelo.

El marciano asintió y apuntó hacia arriba. “Marte”, dijo de nuevo en tono líquido.

Ahora deseaba conocer cómo trabajaban los motores. Dibujé un cohete en mi libreta, tan preciso como pude y se lo mostré.

Esto fue un gran obstáculo. Él trató de entenderme pero se equivocó. Yo hice otro dibujo pero siguió sin entenderme. Es por supuesto posible que los marcianos hayan dejado los cohetes ordinarios y por lo tanto hace mucho tiempo que los olvidaron. El poder atómico parecía una alternativa. Traté de dibujar una serie de puntos cada vez más pequeños y luego señalé el platillo. Pero de nueva cuenta no me hice entender.

Luego tuve otra idea, arranqué una hoja de mi libreta, señalé los motores del platillo –o más exactamente en donde imaginaba que debían estar los motores- y entonces rasgué la hoja de papel a la mitad, rompiéndola nuevamente a la mitad varias veces y haciendo pedacitos cada vez más pequeños. Yo quería explicar mi idea del átomo. Fallé, y como el marciano no tenía ni idea de lo que trataba de decir, tuve que resignarme a dejar esta cuestión sin resolver.

Estaba tratando de hacer otra serie de preguntas cuando repentinamente él me preguntó. No se por qué me sorprendí; obviamente debía haber muchas cosas que los marcianos no conocían acerca de la vida en la Tierra, pero yo había tomado la postura del entrevistador –me parecía que había muchas más cosas que yo tenía que aprender.

Es necesario decirlo; no pude entender sus palabras, pero sus gestos eran muy claros. Me preguntaba cuándo comenzaría otra guerra la gente de la Tierra.

¿Qué podía decir? Encogí los hombros, moví la cabeza y traté de darle una impresión general de que yo esperaba que no hubiera guerra, aunque no estaba seguro. Pareció entenderme y por un momento su cara se tornó seria.

Yo regresé a mi libreta. Ahora era tiempo de saber de los canales marcianos. Rápidamente dibujé Marte con sus áreas claras y oscuras y sus casquetes polares repitiendo continuamente la palabra “Marte”. Él lo examinó y asintió.

Luego dibujé una larga línea recta desde un área de vegetación a otra. La señalé y luego a él. Nuevamente asintió. Los canales por lo tanto eran artificiales.

Señalé el dibujo del canal y luego el mar. El miró dudoso y parecía imitar el encogimiento de hombros que hice cuando me preguntó sobre la posibilidad de guerra. Entonces señalé el canal y una porción de pasto cercano a donde estábamos. De nuevo encogió los hombros.

Dibujé un gran canal –una banda central negra con bandas pálidas en ambos lados. Señalé la banda central; luego el mar; luego las áreas sombreadas y luego el pasto. Yo deseaba que entendiera esta vez y asintió enfáticamente pronunciando varias palabras en su propia lengua. Claramente había acertado en la verdad. Los canales marcianos estaban hechos de una banda central de agua con vegetación a ambos lados. Más tarde me di cuenta que había olvidado preguntar si el agua era transportada por tubería, aunque esto me parezca que no es de vital importancia.

Así que Lowell estaba en lo cierto. Como muchos pioneros él sufrió muchas críticas. La verdad, sin embargo, siempre aparece al final.

Unas últimas palabras acerca del lenguaje marciano. El hombre espacial pronunció pocas de nuestras palabras cuando hablé con él –Venus, Marte, platillo, y quizás 2 o 3 más- con dificultad. Cuando traté de pronunciar una palabra marciana creo que tuve menos éxito. Nuestro alfabeto debe ser inadecuado para expresarnos en sus palabras fonéticamente.

El equivalente marciano para “si” es más corto. He tratado decenas de veces de escribirlo, pero me parece que cada una de ellas está más alejada de la verdad que su precedente. Uno de mis intentos fue “Qul- l”, pero cuando la pronunciaba de esta forma me pareció muy diferente a como la hablaba el marciano.

Guardaré mis esfuerzos para hablar algo acerca de Marte. Señalé mi dibujo del planeta rojo, luego el mar, y dije “agua”. El repitió la palabra. Traté de indicar que sabíamos que Marte era un mundo escaso de agua.

Después de varios intentos tuve éxito. El señaló el mar y luego el dibujo de Marte, movió la cabeza y después encogió los hombros. La impresión que tuve de esto fue: “No, no hay ningún mar en Marte, pero no nos importa”.

Después pensé que lo importante era lo siguiente: hace millones de años, cuando los marcianos estaban menos desarrollados que hoy, la evaporación del agua en todo el planeta era un problema muy serio para ellos, así que construyeron los canales para utilizar el remanente localizado en los casquetes polares. Entonces, a través del desarrollo científico, descubrieron cómo fabricar agua –o posiblemente de la misma manera que aprendieron a hacer madera sintética para reemplazar la naturaleza. También fue algo fácil para ellos construir los canales (entubados o no) e irrigar tanta tierra como les plazca. No tengo, por supuesto, duda de que el suministro de los polos tampoco les causó problemas. Esto es sólo una teoría pero creo que es básicamente cierta.

Repentinamente me di cuenta que no había preguntado la cuestión más vital de todas: ¿tenían los marcianos relaciones con los venusinos?

Regresé a mi dibujo de las órbitas planetarias, señalando la Tierra y luego Marte, indicando primero a mí mismo y luego a él. Él asintió. Luego señalé la órbita de Venus y al platillo. Cuando hice eso dije, “platillo”, y él repitió. Evidentemente él sabía que ese era nuestro nombre para su nave espacial.

Dije: “platillo”, señalándolo al momento de hablar.

El asintió de nuevo. Esto fue un paso adelante, pensé que era obvio que tanto los marcianos como los venusinos estaban más avanzados que nosotros científicamente así que probablemente estaban familiarizados entre ellos.

Señalé a Venus y luego a él, con mímica para representar el vuelo del platillo, con esto quería decir: ¿Has estado en Venus?, también lo dije verbalmente, y él pareció entender porque asintió y repitió la palabra que yo había tomado como “si”.

Señalé Mercurio y luego el platillo. El movió la cabeza confirmando lo que yo sospechaba –que Mercurio es un mundo inhabitado e inhabitable para cualquier tipo de vida. Dibujé otro círculo alrededor de la Tierra e indiqué la Luna. Señalé sucesivamente las órbitas de Marte y Venus y luego al platillo repitiendo cada palabra cuando lo hacía, y luego el dibujo de la órbita de la Luna. Lo que quería dar a entender era: “¿Han aterrizado en la Luna los marcianos y los venusinos?”

Su respuesta necesita un poco de explicación. Tuve que redibujar el diagrama completo antes de que me entendiera, pero cuando lo hizo su respuesta fue un enfático “si”. Aquí hay otro punto interesante que aclarar. Me estaba metiendo en problemas en mis esfuerzos por preguntarle si ellos estaban visitando principalmente el lado oscuro de la Luna. Sin embargo creo que eventualmente me entendió y contestó afirmativamente aunque no estoy completamente seguro –y es por lo tanto una suposición mía y admito que puedo estar prejuiciado.

De nuevo él me preguntó, tomando mi dibujo para hacerlo. Yo le entendí lentamente pero era evidente que me quería decir “¿está lista tu gente para viajar a la Luna?”. Respondí “sí”, y asentí tratando de cualificar con mímica para mostrar que esto no será posible por algunos años. Entonces se mostró serio. Leyendo entre líneas no es difícil entender por qué. Nuestros conocimientos sobre los vuelos espaciales y la posible visita a la Luna y otros planetas no estaba favorecida por los marcianos y venusinos. ¿Y quién puede censurarlos? Aún no hemos probado ser capaces de seguir las reglas de nuestro propio planeta y visitar otros y tal vez influenciarlos.

Aquí hay algo que tal vez sorprenda a los que han leído el libro de Adamski. Uno puede inferir, de su relato, que el venusino que lo contactó era un ser superhumano de infinita sabiduría que ciertamente no necesitaba preguntar cosas como “¿están preparando una guerra?” o “¿están listos para volar al espacio?”. No tengo razones para cuestionar sus declaraciones, particularmente cuando él –y no yo– fue capaz de comunicarse telepáticamente y por lo tanto obtuvo mucha más información. Existe una explicación más simple para las preguntas del marciano, y se me han ocurrido dos alternativas: o bien los venusinos son más avanzados que los marcianos o hay diferentes grados de inteligencia en Marte y Venus, exactamente como los hay en la Tierra, y el visitante de Adamski tenía más conocimientos que el mío. Creo que la segunda explicación es la más acertada. He establecido que hay un contacto cercano entre Venus y Marte, así que es muy probable que los avances científicos sean intercambiados para el bien común.

El marciano miró hacia arriba y me di cuenta que el tiempo estaba corriendo. Él tenía razones para no demorarse. Era vital que yo usara cada momento que me quedaba. Tomé mi cámara y la señalé y luego al platillo, que estaba a unos 20 metros. Él estuvo de acuerdo y tomé una serie de fotografías. Estaba oscureciendo, pero a pesar de la oscuridad pienso que estarán de acuerdo en que los resultados son razonablemente buenos. Tuve que seleccionar las mejores fotografías para incluirlas en este libro.

Recuerdo que Adamski preguntó si podía subir al platillo, pero se le negó. Yo pregunté lo mismo y obtuve la misma respuesta. Fue bastante cortés, pero muy definitivo. Caminé hacia el platillo (debo añadir que el panel deslizante estaba arriba, así que no pude ver el interior; la carcasa no era transparente ni traslúcida), y busqué signos para ver si podía tocarlo con seguridad. Él asintió. Entonces recordé que Adamski había tenido una mala experiencia, había tocado el cuerpo del platillo venusino y había recibido una fuerte descarga, por lo que su brazo se paralizó durante varias horas. Por lo tanto estaba un poco aprensivo pero me controlé y lo toqué rápidamente. Afortunadamente no hubo nada, ni una ligera descarga. En ese entonces no supe por qué, aunque la respuesta es obvia.

El platillo venusino nunca había aterrizado, permaneció volando a pocos metros del terreno, y por lo tanto sus motores estaban trabajando, aunque Adamski no menciona esto y la nave no hacía ningún ruido. El platillo marciano estaba sobre el terreno y sus motores estaban parados, así que Adamski recibió el “shock” y yo no. Parece razonable concluir que el cuerpo del platillo sólo es peligroso si se le toca cuando los motores están encendidos y esto de nuevo confirma que los motores son más o menos convencionales, al menos no algo tan obtuso como una fuente de poder mental.

Ciertamente el cuerpo del platillo se sentía extrañamente tibio. Esto puede, por supuesto, deberse a mi imaginación –yo esperaba una descarga–, pero pienso que no enteramente. La respuesta puede ser que el platillo viajó a través del aire en su jornada hacia la Tierra y su carcasa exterior pudo calentarse por la fricción, por lo que le tomaría tiempo enfriarse.

Se me ocurrió otra cosa. Pregunté por qué algunos platillos hacen ruido y otros no. Traté de explicarle este punto pero tuve muchas dificultades. Finalmente lo conseguí y creo que su respuesta fue que los verdaderos platillos son virtualmente silentes, aparte del ligero zumbido provocado por su desplazamiento en el aire cuando bajan y el casi inaudible ronroneo de sus motores. Esto significa que los así llamados “platillos aulladores”, incluyendo varios enlistados por Leslie, no son platillos sino probablemente meteoritos. Era claro que mi tiempo se había acabado. El marciano había caminado hacia debajo de la colina, me apartó y se dirigió hacia el platillo. Obviamente tenía prisa. Repentinamente recordé que no le había fotografiado. Pensé que sería criminal perder tal oportunidad, así que, mientras él caminaba hacia la nave espacial me las arreglé para tomar una foto.

Si no hubiera estado tan apresurado y hubiera sido mejor la luz, hubiera conseguido una fotografía más satisfactoria. Por otra parte, en mi tentativa de tomar un mayor ángulo de su perfil, erré en encuadrar también al platillo; pero aún así muestra algo de la prenda de una sola pieza que usaba el hombre espacial.

Siguió caminando. A lo lejos levantó su mano una vez más en el típico saludo terrícola con el que yo lo había recibido; yo hice lo mismo. El momento de la despedida había llegado y los cientos de preguntas que deseaba hacerle volaban en mi cabeza. Sentía que nunca más tendría la oportunidad de encontrar las respuestas.

Di unos pasos hacia delante, pero el marciano movió su cabeza y me hizo regresar. No tuve otra opción. La rampa se abrió; él saltó ágilmente dentro del platillo y el panel se cerró nuevamente, impidiéndome la vista y el tomar una fotografía del interior del platillo.

El zumbido comenzó de nuevo, de un modo más bajo que el de una mosca al volar. Lentamente el platillo se elevó en el aire, el domo giró lentamente y en silencio y gradualmente se elevó el maravilloso aparato, al principio suavemente, y luego, cuando alcanzó una altura de 35 metros, a una tremenda velocidad. Desapareció en los cielos dirigiéndose hacia el norte. Por un momento me quedé contemplando, pero luego sólo observé unos cuantos pájaros y las nubes.

Miré mi reloj, eran las 4:25. La totalidad de aquella maravillosa entrevista se había hecho más o menos en media hora; aunque a mí me pareció de sólo pocos minutos desde que vi por primera vez el platillo volando sobre el mar grisáceo, pero en este corto período aprendí cosas que los científicos han tratado de conocer desde los días de Aristóteles.

Supongo que la reacción automática a una experiencia maravillosa es preguntarse si fue un sueño, aunque realmente haya ocurrido. No puedo decir que me pregunté esto. Después de todo, había ocurrido antes, por lo menos dos veces, la única cosa maravillosa desde mi punto de vista era haber tenido el privilegio de ser el testigo.

Examiné mi cámara. Admito que estaba partido en dos. Si las fotografías que había tomado resultaban ser buenas, creí que debía publicar la historia de lo ocurrido; sería un error guardármela (el Dr. Darbishire se enfrentó con el mismo problema, y llegó a la misma decisión, aunque por supuesto yo no sabía nada en ese tiempo). Por otra parte, ¿y si las fotografías eran malas…?

Aparentemente no había testigos. Creo que el platillo pudo haber sido visto desde Lossiemouth, pero venía desde el mar y a baja altura. Pero contar una historia como ésta sin el respaldo de las fotografías era invitar a que me ridiculizaran en la escuela Clarke Novell Astronomer Royal. Pensé en esto antes de regresar a Lossiemouth y tomar una decisión. Si las fotografías eran buenas publicaría la historia completa y se la daría al mundo; si no lo eran les diría la verdad sólo a aquellos que hicieran buen uso de mis conocimientos especiales.

Entonces, cuando comencé a regresar a Lossiemouth vi a un hombre que se dirigía hacia mí. Cuando se aproximó logré reconocer al amigo que había tomado como pescador y que había visto en el pueblo hacía cerca de tres horas.

Para mi sorpresa y alegría me dijo que había visto al platillo y los últimos instantes de mi entrevista con el ocupante. No era capaz de creer que se trataba efectivamente de un platillo, ya que estaba a 450 metros cuando lo vio, pero me contó que desde su posición en una colina cercana lo había visto y por lo tanto llegó a la única conclusión posible.

Le pregunté su nombre y me dijo que era James Duncan, un pescador local. Estaba maravillado de la historia que le conté, y ya que él personalmente había visto parte de los eventos, estuvo de acuerdo en que lo llamara como testigo. Dijo no tener objeciones a esto. Así que tomándole la palabra, corté un pedazo de papel de mi cuaderno en el cual escribió su declaración. Con alguna ayuda mía puso:

“4:35, 18 de febrero de 1954.

“Juro solemnemente que entre las 4:00 y las 4:15 PM del 18 de febrero de 1954 observé una conversación entre Cedric Allingham y un hombre que era el piloto de un platillo volador que aterrizó cerca de Lossiemouth en el condado de Moray. Después vi al piloto regresar al platillo que se elevó y se dirigió hacia el norte.

“James Duncan. Firma”.

Mis fotografías eran la única evidencia concreta que podía ofrecer. No quise enviar el rollo a un químico o a un fotógrafo local y decidí esperar. Permanecí en el área durante la siguiente semana, esperando tener otro avistamiento del platillo pero no vi nada. Así que regresé a Londres.

Pasó una semana después de mi reunión con el marciano y antes de revelar el rollo, oí del platillo de Coniston. Las primeras noticias las obtuve de un periódico que compré en Edimburgo. Como dije antes intenté interrumpir mi viaje para llamar a los Darbishire; pero lamentablemente no lo hice.

Por supuesto puedo estar equivocado en suponer que el platillo de Coniston y el de Lossiemouth eran uno y el mismo. Simplemente porque un aeroplano visto sobre Brighton y luego sobre Norwich no implica que sea la misma máquina. Pero creo que hay fuertes basamentos para mi creencia.

Aquí en Inglaterra no tenemos observatorios como Palomar o bases de cohetes de prueba como White Sands, así que por lo menos los hombres espaciales no están interesados en nosotros como en los norteamericanos. Dudo mucho que los platillos que han sido vistos sobre las islas británicas sean genuinos. Cuando un platillo baja atrae la atención; y la nave espacial que visitó aquellas playas en febrero, pienso que era una nave de reconocimiento. Después de un largo período en que no se vieron platillos, parece increíble que nos visitaran dos en el espacio de tres días. Es por eso que pienso que el platillo de Stephen era el mismo que el mío. Nuestras descripciones y fotografías son, después de todo, muy parecidas, y en cualquier caso, si se pide describir un objeto corriente tal como un automóvil, ¿podrán dos tipos concordar en el más pequeño detalle?

Tan pronto como revelé los rollos que obtuve supe que tenía que escribir este libro.

La pregunta era: ¿debería hacer un anuncio preliminar o debería esperar hasta haber hecho mayores investigaciones y escribir el libro?

Supongo que moralmente debía haber hecho un anuncio, pero no lo hice porque quería presentar mi caso tan completo y de una forma tan desapasionada como fuera posible.

Le escribí a Adamski, pero ha pasado muy poco tiempo para recibir su respuesta. No obstante deseo ir a California, con la esperanza de reestablecer contacto con los platillos marcianos, aunque creo que mis oportunidades de éxito son pocas. Espero reunirme con Adamski en Palomar.

He tratado de escribir estos acontecimientos tan fríamente como me es posible. No quiero que nadie piense que desprecio mi privilegio de ser el primer británico en hablar con un visitante de Marte.

¿Qué habría sentido Julio César de haber visto un aeroplano? En primera instancia se debió haber alarmado. Si al pasar el tiempo ve más y más aeroplanos hasta que llegue a saber lo que son, dejará de sentir miedo. Esto es lo que pasará en el caso de los platillos.

Debo admitir, sin embargo, que no puedo ocultar un sentimiento de orgullo de que esto me haya ocurrido a mí, aunque no haya hecho nada para merecer tal honor.

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Casi toda la comunidad ufológica británica cree que el caso del aterrizaje en Lossiemouth el 18 de febrero de 1954 es un fraude. Algunos creen que el perpetrador fue el jovial astrónomo amateur inglés Patrick Moore. Existen fuertes rumores de que el libro fue escrito por Moore, quien es una institución en Inglaterra, al estilo de Carl Sagan. Moore es un reconocido divulgador de la ciencia, reputado escéptico, escritor y periodista. Pero quizás una de las características por las que es más conocido es su afición a hacer bromas.

Moore, por ejemplo, está involucrado con el caso del cráter de Charlton. Los medios de comunicación ingleses entrevistaron a un tal doctor Randall, quien dijo que el cráter fue formado por una nave espacial fuera de control de cerca de 600 toneladas, tripulada por 50 extraterrestres. Moore verificó las credenciales del doctor Randall entre los empleados de Woomera y encontró que no existía, exactamente como Cedric Allingham.

El 1 de abril de 1976 (april fool’s day, el día de los inocentes anglosajón) Moore anunció en Radio 2 de la BBC que a las 9:47 AM el planeta Plutón pasaría por detrás de Júpiter, “creando una fuerte atracción gravitacional que haría que mucha gente de la Tierra se sintiera más ligera”. Afirmó a sus escuchas que podrían experimentar esta sensación saltando en el aire en el momento justo del fenómeno.

El día del evento astronómico, la estación de radio recibió cientos de llamadas de escuchas que afirmaban haber experimentado esa sensación de ligereza. Una mujer dijo que ella y once de sus amigos, sentados en una mesa, se elevaron del suelo hasta llegar al tocar el techo.

Durante la oleada de Warminster, una serie de casos fraudulentos (1), Arthur Shuttlewood recibió varios informes de avistamientos, incluyendo los mensajes de un tal Byron, quien le envió “documentos oficiales relacionados con el habla y la escritura de algunos de nuestros visitantes espaciales”. Los investigadores encontraron que se trataba de Bernard Byron.

Moore se refiere a Bernard Byron en “Can you speak venusian”, indicando que Byron fue el ultimo de los personajes que entrevistó para su serie de televisión “One pair of eyes” (que dio origen al libro “Can you speak venusian”). Byron aseguraba canalizar los mensajes de seres extraterrestres. Estos eran los mismos que presentó Shuttlewood en su libro.

Moore examinó los ejemplos de escritura alienígena que le envió Byron. Shuttlewood refiere que un experto del gobierno estuvo involucrado en la investigación (en realidad había sido Moore). Aún más, según Shuttlewood, los investigadores encontraron que la escritura no se asemejaba a ninguna de las conocidas en la Tierra, excepto a las “sagradas escrituras boggah de los indios abluti del Paraguay”. Los expertos no estaban seguros si era un lenguaje venusino o pertenecía al krxyzcs del planeta Kruger 60b. Estaban escritos por una mano que tenía cinco meñiques. Pero otro experto disentía. Shuttlewood escribió:

“Un experto en astrofilología indicó que los krxyzcs tienen cuatro meñiques y no cinco, como lo dedujo el primer doctor, junto con otros dos miembros parecidos a dedos, que por alguna razón mantienen extendidos cuando hablan con los hombres de la Tierra”.

Pero Shuttlewood, como buen ufólogo, se creyó todo, sin ponerse a reflexionar que no existen ningunos indios abluti en Paraguay, y mucho menos unas sagradas escrituras boggah; y que el los krxyzcs son parientes de los krabccs, del planeta Freddy 60a.

Cedric Allingham informaba a sus lectores que pronto se reuniría con Adamski. Tal vez el encuentro se llegó a dar finalmente en abril de 1959. En esa fecha George Adamski fue entrevistado por Patrick Moore en el programa de televisión “Panorama” de la BBC.

Sin embargo Moore continúa diciendo que él no escribió el libro de Allingham. Usted como lector de este articulo tiene la ultima palabra…

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NOTAS

(1) Ruiz Noguez, Luis. “El caso Simpson Warminster”. “Perspectivas Ufológicas”. No. 4. México. Enero de 1995. Páginas 70-72.

REFERENCIAS

- Allan, Christopher; Campbell, Steuart. “Flying saucer from Moore's?”. Magonia No. 23. Julio de 1986.

- Allingham, Cedric. “Flying saucers from Mars”. Frederick Muller Books Ltd. Londres. 1956.

- Bowen, Charles. “The humanoids”. Henry Regnery Co. Chicago. Illinois. 1969. Págs 14-15.

- Dewey, Steve; Ries; John. “Deconstructing Warminster”. Capítulo 10 (“The hoaxes, the hoaxers and the hoaxed. The confounding problem of Patrick Moore”). Sin publicar. 1998-2002.

http://www.stevedewey.pwp.blueyonder.co.uk/ufo/hoaxing.htm

- Humphreys, Geoffrey. “Fooled by the Media”. “Contemporary Review”. 4 de enero de 1999; ver también

http://www.museumofhoaxes.com/af_1976.html

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