Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ

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lunes, 26 de abril de 2010

Ricardo González (Parte 1)

Informe Personal de Contacto Físico 
 Desierto de Chilca, febrero del 2001
 

“El encuentro físico se producirá a su tiempo,y será como cuando dos amigos se encuentranen un mismo camino, caminando”OSSIM




 Ricardo González

(PRIMERA PARTE)


Introducción

No será nada fácil plasmar en estas líneas una experiencia tan intensa, bella y profunda, que me permitiese compartir nuevamente con nuestros Hermanos Mayores de la Misión RAHMA.
 
He reflexionado mucho todos estos meses que han transcurrido desde que viviese aquel encuentro programado en Chilca (feb, 24), comprendiendo que lo más importante no es afrontar un encuentro cercano en sí, sino el poder comprenderlo, reflexionar en su mensaje, y por encima de todo saber transmitirlo adecuadamente.
A diferencia de otras ocasiones, en que tuve la maravillosa oportunidad de encontrarme con ellos físicamente, en esta nueva experiencia les acompañé en un viaje extraordinario a bordo de una de sus naves. Aunque esto suene increíble, formaba parte de un proceso de contacto que veníamos preparando desde agosto de 1997, cuando en un encuentro cercano con el Guía Antarel, los Hermanos Mayores me invitaron por primera vez a acompañarlos.
Finalmente, el 24 de febrero de este año, luego de seguir un intenso proceso de preparación y comprensión de la invitación, viví la experiencia más profunda. Y no está de más decir, que en verdad, el contacto y enseñanza de semejante vivencia está destinado a la Misión toda.
En el presente informe he procurado dar a conocer esta experiencia en todos sus detalles, esperando que el mensaje pueda llegar de una forma clara y transparente. He sentido compartir los momentos más importantes antes, durante y después del contacto, ya que en todo momento me sentí representando a mucha gente, y pienso que todo lo que recibí y comprendí, debe llegar como una herramienta útil de entendimiento y reflexión a otros hermanos que están comprometidos con la Misión.
Espero que mi testimonio -uno de tantos-, y más aún el mensaje que se desprende de este nuevo encuentro cercano con nuestros Hermanos Mayores, toque aquel punto de luz del caminante RAHMA. Aquella fuente de energía o fuerza superior que nos ha mantenido todos estos años en el camino, con nuestros errores y aciertos, con nuestras pruebas y aprendizajes, logrando reconocernos ante el contacto como siempre sostuvieron los Guías: “como cuando dos amigos se encuentran en un mismo camino, caminando...”

Los pormenores del contacto
El 31 de diciembre del 2000 era la fecha propicia -según las comunicaciones- para asistir al desierto de Chilca y vivir un nuevo encuentro cercano.
Aprovechando que el 25 de diciembre iría al Pueblo de Chilca llevando unos juguetes que recolectamos en Lima para los niños, decidí marchar al desierto en una salida personal de preparación, por lo que contraté una movilidad que me llevase hasta la Base Militar que se encuentra próxima a la quebrada que empleamos para acampar. De allí continuaría a pie.
Nunca había estado tantos días solo en el desierto. La experiencia fue extraordinaria. En aquel silencio cósmico, en noches abiertas y despejadas, que en diversas oportunidades me permitieron contemplar el desplazamiento de las naves a gran altura, describiendo Zig-Zags y cruzándose otras veces, sentí no sólo la presencia de los Guías, sino de Dios mismo. Aquel cielo nocturno era muy especial, creando el ambiente idóneo para interiorizarme en la invitación que me hiciesen llegar nuestros Hermanos Mayores.
El día 30, ya me encontraba acompañado de mis buenos amigos de los grupos de Lima que estaban al tanto de la invitación: Hans Baumann, Lida Martell, Magaly Fernández y Jhon Abanto.
La noche del 31, precisamente la “fecha del contacto”, que había sido auspiciada por claros avistamientos programados por las comunicaciones, a la hora señalada -las 12:00 p.m.- hizo su aparición en un cielo cubierto de niebla un objeto alargado, con forma de puro, emitiendo poderosos fogonazos de luz plateada. La niebla se disipó en torno a él y vimos al aparato sorprendidos, en todos sus detalles. Incluso Hans llegó a observar un disco metálico cerca de la presunta nave nodriza. Era impresionante.
Mientras todos intercambiábamos opiniones en medio de la algarabía que se armó ante semejante avistamiento, personalmente no atiné a alejarme del grupo en dirección al cerro “Los Anillos de Saturno” -llamado así por su apariencia-, donde, según los mensajes, allí abordaría la nave.
Mi actitud frente al posible contacto me invitó a reflexionar. Como en otras ocasiones, me encontraba con que mi preparación personal era insuficiente. Pero finalmente había comprendido en qué dirección debía orientar mis pasos.
Pienso que no sólo debí orientar mi preparación a mantener un estado sensible y sutil, premeditadamente logrado a través del ayuno y las valiosas prácticas que desarrollamos en los grupos de contacto. Había olvidado liberar mis esquemas mentales sobre el encuentro cercano anunciado, un error importante teniendo en cuenta que ya en diferentes ocasiones había enfrentado experiencias de contacto físico, donde aprendí que el fluir con ellos y verlos como amigos -porque realmente lo son- y no como “extraterrestres”, me permitiría estrechar lazos con mayor conciencia y naturalidad. A esto debo añadir, como una reflexión personal, que al tratarse de una experiencia diferente, donde no sólo los vería, sino que ¡abordaría una de sus naves!, había creado en mí gran expectativa. En verdad me resultaba increíble hallarme a puertas de tan extraordinaria vivencia. El mensaje era claro: Tenía que aquietar mi mente, y dejarme fluir como en otras ocasiones.
La nave se marchó lentamente. Retrocedió por donde vino, ocultándose entre la niebla en un cuadro de película. Al día siguiente, uno de los militares que estuvo de guardia en la Base Chilca, sin que le comentáramos nada afirmó haber visto el mismo objeto sobre la quebrada. Fue una lección para nosotros esta salida a terreno.
Cuando tomamos el bus en la carretera panamericana que nos llevaría a Lima, pensaba en la importancia y objetivo del contacto. Antes de abandonar el desierto, los Guías nos dijeron en una recepción de comunicación simultánea, que las condiciones para afrontar la experiencia seguían óptimas en los siguientes tres meses.
Habría que prepararse.

La invitación y el objetivo del encuentro físico
Según los mensajes, esta experiencia me permitiría entrevistarme nuevamente con Joaquín (Joaquel), miembro del Consejo de los 12 Menores, quien habría abandonado su estancia en la Base Azul del Alto Paititi para permanecer temporalmente en una base orbital de la Confederación, ubicada detrás de la Luna, antes de su retorno a Morlen.
La invitación, más allá de afinar mi preparación personal, como sería el hecho de conocer el interior de sus naves o sus bases en nuestro Sistema Solar -con el objetivo de familiarizarme más con ellos y el programa de contacto- procuraba acercarnos las claves necesarias para comprender el momento que actualmente vive la Misión RAHMA, los logros alcanzados, y todo aquello que aún podría estar pendiente para la consecución de los objetivos. Es más, en esta experiencia, Joaquín ofrecería informaciones esclarecedoras sobre su propia persona y función dentro de la Misión.
Teniendo en cuenta, que según los primeros mensajes de la Misión Joaquín fue designado por ARCHER del Consejo de los 24 Ancianos, para seleccionar espíritus potenciales que más tarde participarían en un programa de contacto llamado Sol en la Tierra o Misión RAHMA, y que a él se le darían las llaves para la entrega definitiva del Libro de los de las Vestiduras Blancas, era más que importante vivir un encuentro directo con el anciano Maestro. Ya en 1998 había tenido la oportunidad de conocerle en un contacto en Marcahuasi de San Juan de Iris, donde se me habló de la importancia de conectar enclaves de marcado significado para la Misión, y que no habían sido visitados antes por los grupos. Entre ellos Joaquín mencionó la Sierra del Roncador en el Brasil -en agosto del 2000 los grupos del Uruguay realizaron la primera expedición- y el desierto de Gobi en la Mongolia, donde hace miles de años se estableció por primera vez la Hermandad Blanca. El viaje a Gobi sería el más importante para la Misión.
A pesar que mantuvimos un prudente silencio para enfrentar con responsabilidad esta invitación a un nuevo encuentro físico, me llevé más de una sorpresa al comprobar que otros miembros de los grupos habían recibido información precisa sobre ello. Hallándome en Uruguay, en una bella salida de trabajo en Punta de Yeguas, Alejandro Szabo compartió conmigo una extraordinaria confirmación:  En las comunicaciones que había recibido, el mismísimo Joaquín afirmaba que abandonaría la Base Azul para volver a Morlen, y por si esto fuera poco, en el mensaje el Maestro advertía que entraría nuevamente en contacto directo conmigo: “En Chilca o en Marcahuasi, las condiciones así lo permiten”.
En febrero me encontraba en los EE.UU. compartiendo con los grupos de Miami y San José de California, difundiendo el mensaje de fondo del contacto, en especial las profundas experiencias y enseñanzas que ha significado el encuentro y enlace con la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores.
Fue en Miami que los Guías a través de una comunicación recalcaron la vigencia de la invitación y su importancia:
“El Plan se halla en su justo proceso. De ello hablará el amado Maestro Joaquín. Chilca es un buen lugar. Está preparado. Fines de febrero, inicios de marzo. En esta ocasión vendrás solo y estarás con nosotros para comprobar una vez más los alcances de la Misión y las labores pendientes que los involucran”.(Alcir y Guías de RAHMA Misión, 3 de febrero del 2001).
La fecha definitiva del contacto la recibiría en un trabajo de irradiación al pie del Monte Shasta. En la práctica, donde todo el grupo se sintió acompañado por proyecciones de la Hermandad Blanca, como si estuviesen abrazándonos y compartiendo su amor, tuve una fuerte visión donde se me mostraba la fecha del encuentro: “24 de febrero”. Inmediatamente después, me vería caminando en el desierto de Chilca, solo, en dirección a la cordillera. Cuando observé, y sentí con fuerza estas imágenes, mis pensamientos me asaltaron: “Entonces iré solo. Pero me gustaría que un grupo de apoyo se encontrase en el desierto para apoyar la experiencia”.
Al volver a Lima, la confirmación no tardaría en aparecer.
El grupo de contacto de Miraflores -con quienes me une una gran amistad-, para mi sorpresa, había programado una salida al desierto de Chilca para el sábado 24 de febrero. Lo más inquietante es que recibieron una comunicación de Alcir, donde se les decía que irían al desierto para apoyarme con sus trabajos, ya que tendría un encuentro físico programado. ¡Realmente increíble!
Cuando Hans Baumann me comunicó todo esto, sin mayor duda y con una seguridad tan especial que brotaba de mi corazón, decidí realizar finalmente la salida.En el desierto de Chilca (24 de febrero 2001)
Eran las 12:00 del mediodía cuando mis pasos se adentraban por la quebrada de Santo Domingo de los Olleros. Había dejado a mis espaldas el cerro “IV Convención”, internándome según mi intuición e indicaciones de los Guías en dirección este, es decir, hacia la cordillera.
El Sol era aplastante. Un cielo azul con pocas nubes se mostraba como único acompañante de mi caminata silenciosa.
Cuando dejé atrás el cerro “Los Anillos de Saturno”, una extraña sensación se apoderó de mí. Era como si alguien me estuviese abrazando, transmitiéndome amor y confianza. Entonces un agradable olor a flores impregnó el lugar donde me hallaba, emocionándome sin poder explicarme qué estaba sucediendo. Respiré una magia singular allí, y cual sería mi impresión al comprobar que este paraje lo había observado en sueños poco antes de la salida. ¿Me habían mostrado el lugar para que lo reconociera? Sea como sea, el mismo coincidía con el punto de contacto de la salida anterior (31 de diciembre del 2000), además que mi propia intuición me decía sin titubear que aquel era el lugar.
Me despojé de la mochila y tendí en el suelo la bolsa de dormir. Sólo llevaba la bolsa, un abrigo, agua, una pequeña linterna y un cuaderno de apuntes.
Pasé el tiempo explorando al detalle la zona -no se suele acampar allí- y luego realizando las prácticas de relajación y meditación. Durante el trabajo, procuré crear las condiciones para contactar con los Guías y consultarles sobre la invitación. El mensaje no tardó en llegar:
Sí, escribe:
Nos hallamos cerca. Estate atento a las 9:00 p.m.
Nada debe inquietarte. Vemos que ya te encuentras listo para afrontar la experiencia. Ahora podrás venir  con nosotros.
Recuerda que la verdadera preparación no halla su único cimiento en los ejercicios y prácticas de meditación, sino en el auténtico compromiso y entendimiento de la Misión, así como una correcta actitud en armonía con el espíritu RAHMA.
Tu amor y honesta entrega te han traído aquí, al margen de tus dudas, que bien sabemos obedecen al esfuerzo que emprendes por ser objetivo y equilibrado frente al proceso. Pero será hoy y así ha sido dispuesto.
Estás listo Nordac, para que una vez más des un paso importante en representación de muchos.
Amor y Luz,
ANTAREL (24 feb. 6:15 p.m.)
El mensaje llegó con una claridad especial. Como si estuviesen muy cerca.
Luego de reflexionar en el contenido del mensaje, abandoné la zona del campamento en dirección al cerro “Los Anillos de Saturno”, como volviendo por el camino. Así, ascendí el cerro y bajé a la explanada que se extiende tras él. Entonces observé a una persona acercarse.
Después de la primera sorpresa, identifiqué a Hans. Sabía que él y los muchachos acamparían en otro sector del desierto para apoyar la experiencia, sin embargo me llamó mucho la atención hallarle de pronto en medio de la nada.
-Sabía que te iba a encontrar- se expresaba contento en la medida que nos dábamos un abrazo.
-¿Qué haces aquí? ¿Qué te animó a venir?- repuse.
-Tenía muchas ganas de verte antes de la experiencia. Siento que se dará esta vez. El grupo se encuentra en “La Terracita” acampando y pendiente de la invitación que te han hecho los Guías. Antarel mismo me ha dicho que de todas maneras te suben...
¿Cómo es eso? pregunté intrigado
-Lo que me impulsó finalmente a buscarte, fue un mensaje mental que recibí de Antarel. Me dijo que abordarías la nave. Incluso me dio una hora. Te la digo por sí acaso: Las 9:00 p.m. Sentía que debía decírtelo.
-Hans, ¡es la confirmación de un mensaje que he recibido hace unos momentos!- le decía con evidente emoción-. Tienes que marcharte amigo. Debo estar solo.
-Lo sé- contestó risueñamente-. Cuando veas a los Guías dales un abrazo de mi parte. (Risas).
Volví a la zona del campamento con mucha alegría. Estaba anocheciendo y en el cielo ya se mostraban las primeras estrellas.
Llegué sin dificultad y me senté en la bolsa de dormir. No tenía duda alguna que el contacto se daría aquella noche. El encuentro con Hans me dio mayor seguridad, como si los mismos Guías hubiesen querido darme una confirmación adicional para que me encontrase seguro y en confianza.
Aún así, quise cerciorarme de la presencia de ellos.
Por alguna razón que no logró comprender, me inquietaba poderosamente un cerro frente a mi ubicación. Lo observaba con insistencia, como intuyendo que tras él hubiese “algo” escondido.
Sin pensarlo mucho, de pie y de cara al cerro, empecé a gritar como un chiquillo:
¡Sé que están aquí! ¡Pueden venir cuando quieran! ¡Finalmente he comprendido! ¡Pueden venir porque esta vez asumiré la invitación a mayor conciencia! ¡Me escuchan!
Y para mi sorpresa...
Detrás del cerro, se mostraron intensos fogonazos de luz plateada, disparándose de abajo hacia arriba. Tan fuerte fueron los resplandores, que incluso Hans y el grupo que acampaban al otro lado del desierto también los vieron.
Con esta palpable manifestación, me imaginaba salir una nave del cerro al mejor estilo de la película “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”. Pero después de los fogonazos, el desierto nuevamente se encontraba en su aspecto normal.
No tuve mucho tiempo para analizar la situación cuando un objeto luminoso pasó a gran altura sobre la quebrada. Como su trayectoria era uniforme, y se mostraba al parecer muy lejos, estimé la posibilidad de un satélite. Pero inmediatamente aparece un segundo objeto, similar al anterior, como si lo estuviese siguiendo.
Pedí entonces mentalmente a los Guías que de tratarse de ellos hicieran una señal para advertirme. Inmediatamente el segundo objeto encendió con fuerza una luz dorada, pulsante, que luego se fue concentrando en la medida que se marchaba. Curiosamente, ambos se perdieron tras el cerro que me llamaba tanto la atención.

Al interior de la nave
Recostado en la bolsa consulté mi reloj: Las 9:00 p.m. Esperé unos minutos, escudriñando el cielo, como buscando alguna señal. Pero no observé nada. Los minutos transcurrían y he de confesar que me puse nervioso. ¿Y si la experiencia, por alguna razón se postergaba nuevamente? De sólo imaginarlo no podía evitar pensar en la importancia de esta vivencia para la Misión. Entonces sentí como si los Guías me estuviesen abrazando, y una voz en mi mente diciéndome:
“No te preocupes. Estaremos contigo en unos momentos”
Desconcertado por este mensaje, que reconozco catalogué en un inicio de “mentalismo consolador”, me senté en la bolsa de dormir mientras concentraba mi vista en las siluetas de los cerros.
No tuve que esperar mucho.Una luz, como nunca he visto, me “golpeó”, haciéndome brincar sobre la bolsa para ver de qué se trataba. Fue un fulgor blanco-plateado, pero no de arriba hacia abajo, sino como si alguien desde tierra me hubiese alumbrado con un potente reflector. La luz era extraña. Sentí que me tocó, como si fuese plasma o gelatina. Consulte nuevamente mi reloj. Eran las 9:22 p.m.
Inmediatamente, caminando en mi dirección, una silueta de un ser muy alto se acercaba. De pie ante el personaje que de pronto irrumpía en la tranquila noche del desierto, pude observar que se trataba del Guía ANTAREL, vestido con una traje metálico plateado pegado al cuerpo. Llevaba un cinto y grandes botas que le llegaban casi a las rodillas. Su rostro tan expresivo, lleno de paz, y su cabello cano hasta los hombros me eran familiares. Ya lo conocía. Pero esta vez fue diferente. Me encontraba mucho más tranquilo, menos nervioso que otras experiencias.
ANTAREL, con su característica mirada mágica, como si el Universo entero estuviese fluyendo a través de él, sonrió, y me dijo sin esperar mayor protocolo: “Ya nos vamos...”
Como otras veces, escuché su voz sin que él moviese sus labios. Había enlazado su mente con la mía.
Lo seguí caminando prácticamente a su lado. Me hallaba muy sorprendido al ver mi reacción tan natural ante su cercanía. ¡Quién lo hubiera creído! Miré con detalle sus botas, esperando que dejase alguna huella para mostrarla a los muchachos del grupo en alguna ocasión. Pero me percaté que ANTAREL no pisaba el suelo, sino que flotaba a escasos milímetros. ¡No hacía contacto con el suelo!
Ascendiendo una pequeña colina nos hallamos en una explanada. El cielo que hasta hacía unos momentos se mostraba abierto y estrellado, se hallaba ahora cubierto por un extraño colchón de nubes. Como si una gigantesca linterna hubiese sido colocada por encima de este colchón, una tenue luz amarillenta caía al suelo formando un círculo luminoso de unos diez metros de diámetro.
Al lado izquierdo de este círculo que se hallaba frente a mí, se encontraba una persona de pie. Por la silueta advertí que se trataba de una mujer, de un 1.70 m. de estatura. Me acerqué un poco, viendo que llevaba un traje similar al de ANTAREL, pero más oscuro, y también ceñido al cuerpo. Su rostro era triangular, dejando entrever una piel bronceada, como si hubiese estado expuesta al Sol. El cabello rubio, muy claro y lacio, caía por detrás de los hombros. Aquella mujer, de unos 40 años de apariencia, mostró una dulce sonrisa, como dándome la bienvenida. Sabía quién era. Como si la conociese de siempre.
Reconocer a ANITAC fue para mí uno de los momentos más intensos del contacto. En aquellos ojos claros, que luego pude comprobar eran de un color verde agua marina, fluía un amor profundo y conmovedor.
Noté entonces que llevaba un objeto en la mano derecha. Parecía una caja negra de plástico. Inmediatamente, ANTAREL se dirigió a mí, pidiéndome que ingresara al interior del círculo.
Al hacerlo, observé que en el centro del mismo había un círculo más pequeño, de unos dos metros, pero muy brillante, tanto, que me recordaba la luz que despiden las linternas halógenas. Aquella luz pulsaba. Era muy fuerte. Tuve cierto temor de pararme allí, más la sonrisa y tranquilidad que supo transmitirme ANTAREL, terminaron por darme el último impulso para dar el paso.
Ni bien ingresé, sentí que una fuerza me aplastaba, e inmediatamente, como si me cogiesen de las pantorrillas, la misma fuerza me arrancó a una velocidad increíble del suelo. Luego una intensa luz blanca que me obligó a cerrar los ojos. Todo fue en un instante. Y de pronto, me hallaba de pie en una especie de habitación, blanca, despidiendo luz por todas partes sin generar sombras.
Mi corazón empezó a latir a mil. Pensé que me iba a desmayar. No podía con tanto.
Empecé a acostumbrarme a la luz, observando que estaba en una especie de sala circular, con una puerta ovalada frente a mí, unos centímetros por encima del nivel del piso, que también era blanco, muy limpio, como las habitaciones de un hospital. El techo no lo recuerdo.
Bajé la vista, observando mis zapatillas beige sobre un círculo luminoso, con una estructura similar al de un panal de avispas, pulsando una débil luz celeste. Me moví de allí en dirección a la puerta. Pero no pude avanzar más. Estaba temblando. Entonces me tocaba el cuerpo, los brazos, mientras me decía: “Vamos Richard, esto no puede ser verdad. No puedes estar aquí...”
Pero un hecho especial me sacó de mis cavilaciones. Una mano se apoyó en mi hombro derecho. Volteé de inmediato, observando que se trataba de ANITAC. Sus dedos eran muy similares a los nuestros, salvo por la ausencia de uñas y la uniformidad de una piel sin manchas o marcas. Su rostro de paz me tranquilizó, mientras me decía: “Realmente estás aquí NORDAC, realmente estás aquí...”
 Entonces apareció ANTAREL, muy sonriente, y mirándome fijamente a los ojos me dice: “Bienvenido a ORUM III. Acompáñanos que iremos a la sala de navegación”.
Le pregunté entonces, ingenuamente, si tenía que desnudarme -un hecho frecuente en otras experiencias de viajes espaciales, con el objeto de “limpiar” al contactado de las toxinas de la Tierra y proveerle de un traje adecuado para la navegación. Recordemos por ejemplo el caso de Castillo Rincón, y el de nuestro hermano Sixto Paz, cuando en 1987 acompaña a los Guías a Morlen-. ANTAREL, observándome con gracia, sencillamente me respondió: “No es necesario en esta oportunidad”.  He hizo una seña para que lo siguiese por aquella puerta oval. Luego me explicarían que ellos ya habían alineado mi cuerpo a poderosas energías cósmicas desde el instante en que me hallaba en el desierto.La puerta oval daba a un pasillo. Ingresó primero ANTAREL, luego yo y finalmente ANITAC. Por donde pasábamos, se encendía más la luz blanca que parecía salir de todas partes. Era increíble. Entonces no resistí la tentación de tocar las paredes del pasillo. Rocé con mis dedos la pared, percibiéndola como si fuese de un plástico compacto o fibra de vidrio. El pasillo tendría no más de 12 metros de longitud, y era curvo, siempre girando hacia la izquierda.
Entramos a un salón más grande, y también circular. Pero sus paredes parecían metálicas. Daba la impresión de ser una mezcla de plástico y aluminio. El techo me recordaba la cúpula de una iglesia, con muchas luces y cristales de las más diversas apariencias y colores. En el centro de este salón había una estructura semejante a un hongo, con una especie de casco de cristal, donde se mostraban unas varillas como de vidrio empotradas. Me llamaron la atención unas de estas varillas que se hallaban en un extremo del hongo. Entonces ANTAREL interviene diciéndome: “Es Silicio procesado, lo extraemos de la Tierra”.
Frente a mí se encontraban sentados, dándome la espalda, cuatro seres calvos y delgados. Parecían estar controlando la nave. Unos de ellos, el más alto, se incorporó del asiento blanco que estaba frente a lo que estimo es un panel de controles, sin palancas ni botones, sino sólo luces y esferas como de cristal de roca empotradas hasta la mitad en un tablero que sobresalía a manera de un pequeño escritorio.
Aquel ser, de casi dos metros de altura, delgado, con los ojos -que parecían marrones claros- hundidos en el rostro, se me mostraba familiar. Su piel era de un cobre casi plomizo. Y sus brazos un poco más largos que los nuestros. Vestía también con un traje pegado al cuerpo, de una sola pieza. Su color era un celeste plateado, pero no de aspecto metálico, sino más bien sintético. De inmediato supe que era MARDORX.
Era tan especial verle sonreír, teniendo en cuenta que prácticamente no tiene labios, sino una pequeña hendidura como boca. Sus ojos eran pequeñitos, pero transmitían tanto amor y conocimiento que cualquier hombre se vería conmovido.
Me llamaron la atención sus dedos, largos y de yemas abundantes. No pude evitar desear tocárselos. Pero no sabía cómo pedírselo. Entonces, como si hubiese escuchado mis pensamientos -desde luego que lo hizo- estiró su mano derecha para que lo tocase. Volteé de inmediato para ver el rostro de ANTAREL, quien se hallaba a mis espaldas, como buscando una aprobación del Guía. ANTAREL asintió la cabeza sin perder la sonrisa.
Entonces me di valor y acerqué mi mano derecha, hasta tocar la palma y dedos de MARDORX. Aún me parece tan increíble esta vivencia. Recuerdo con claridad su textura, como la de un malvavisco, con un calorcito especial, una sensación de estar intensamente vivo. Acerqué mi mano izquierda también, tomando la mano de MARDORX con fuerza. El corazón se me detenía en aquel instante. Quería llorar de tanta alegría. ¡Estaba realmente allí!
Luego de ello, MARDORX me informa que los acompañaré a CELEA, una base orbital que posee la Confederación detrás de la Luna, y que en ella me aguarda JOAQUÍN para entregarme un importante mensaje. Asentí con la cabeza y MARDORX volvió a ocupar su asiento.
Inmediatamente, ANITAC se despidió y se alejó por otra puerta oval, dejándome a solas con ANTAREL en la sala de navegación. Los otros seres que eran parecidos a MARDORX, se hallaban muy concentrados en sus paneles de control. Apenas giraron el rostro como saludándome, volviendo a sus tableros.
Decidí aprovechar este momento para hacer una serie de consultas al Guía, quien se mostraba abierto y dispuesto a orientarme.

-ANTAREL - le dije- ¿Cuál es la explicación a una serie de visiones que me asaltaron antes del contacto, y que veo se han cumplido al detalle al precisar instantes de esta experiencia? ¿Fue mi premonición de todo esto? ¿Fueron ustedes?
-Sabes que la mente les puede advertir mediante visiones futuros acontecimientos de importancia -respondió con calma- pero las imágenes que observaste mostrando momentos de lo que sería nuestro encuentro, las insertamos en tu mente.
-¿Con qué objeto?
-Para que cuando ocurriese el encuentro, tu subconsciente reconociese las escenas y así puedas sobrellevar mejor la experiencia.
-Entiendo... Y dime, ¿porqué siempre me llaman por mi Nombre Cósmico? ¿Porqué no me llaman de otra manera?
-Cuando nos dirigimos a ustedes, procuramos hablar a la esencia que son en realidad, a la vibración espiritual que los empuja a realizar grandes cosas. Cuando les hablamos nos dirigimos a vuestro real ser, por ello les llamamos por el Nombre Cósmico, para precisar a quién destinamos nuestro mensaje.
-Es verdad... Sentía que era así... Dime, ¿porqué te has ausentado por momentos en las comunicaciones que recibía?
-Tenemos diversas labores y funciones- me explicaba sin dejar de mirarme¾, pero muchas veces con ello procuramos evitar un lazo de dependencia. Rotamos las conexiones mentales con ustedes para que no se identifiquen de manera especial con algún Guía, sino con el mensaje que les transmitimos.
-ANTAREL, que me puedes decir de APU. ¿Se involucraron alguna vez en la Tierra?
-APU es un planeta subterráneo- me hablaba en tono reflexivo-. Todo nuestro movimiento se concentra bajo la corteza montañosa del planeta. Nuestra raza no es originaria de aquel lugar. Somos navegantes espaciales, viajeros.
Hace mucho tiempo –proseguía- colonias nuestras se establecieron en Maldek. En tiempos más recientes, mantuvimos cierto contacto con antiguas culturas Sudamericanas, a quienes les enseñamos nuestros antiguos códigos de almacenamiento de información.
-¿Te refieres al quechua y el aymará? -pregunté de manera atropellada, procurando confirmar una hecho que ya veníamos rastreando-.
-Lo hicimos para acelerar la comprensión del Universo que rodea a los seres humanos. Cuando descifren el significado profundo de estos códigos de expresión, tendrán una herramienta importante para comprender vuestro pasado.
ANTAREL estaba en lo cierto. Curiosamente APU es una palabra quechua que se emplea para designar al espíritu protector de las Montañas. Teniendo en cuenta que APU es un planeta montañoso, es muy sugerente pensar en un vínculo entre los antiguos idiomas indígenas de Sudamérica con la civilización extraterrestre de Alfa Centauro.
-Empiezo a entender muchas cosas –repuse-.
-Una vez que te encuentres en CELEA, sabrás más de nosotros- afirmó con cierto aire a misterio-.
-ANTAREL, háblame de CELEA...

Instalaciones extraterrestres en la Luna
-CELEA opera desde hace más de 10.000 años- contestó despacio y calmado-. Fue construida para cumplir dos funciones: Equilibrar la órbita lunar, y observar desde cerca la Tierra. CELEA fue concebida para ser un punto de observación estratégico, y proteger al planeta frente a posibles intervenciones de civilizaciones extraterrestres negativas.
-¿Y la Luna? Tengo entendido que poseen instalaciones allí.
-La Luna fue readaptada por nosotros. La Confederación la halló prácticamente muerta, envejecida. Fue restituida, transformándola en una verdadera base satélite. Nuestras instalaciones aún funcionan allí, concentradas especialmente en amplias galerías subterráneas.
-¿Entonces es cierta aquella afirmación de que los soviéticos llegaron primero a la Luna, antes que la misión Apolo XI de los norteamericanos?
-Así fue.
-¿Cuándo ocurrió ello?
-En marzo de 1969
-Inaudito...
-Que ello no les sorprenda -intervino ANTAREL- ya en tiempos de la Segunda Guerra Mundial la Alemania Nazi intentó alcanzar la Luna, estando muy cerca de lograrlo...
-Esto es difícil de aceptar. ¿Porqué esta obsesión con la Luna?
-Por lo que tenemos en ella. Tecnología que se podría emplear para fines bélicos.
-Se habla incluso que los propios Norteamericanos nunca habrían estado en la Luna, y que todo fue un montaje orquestado por la NASA –añadí-.
-Sí estuvieron, pero no dijeron la verdad al mundo -aseveró ANTAREL-. Por ello se vieron obligados a fabricar imágenes de un descenso del módulo en la Luna ya que las fotografías originales los comprometían demasiado.
-Aquel encubrimiento de información -analizaba como queriendo atajar una idea-, manipulación mundial, y tanto que hemos venido conociendo... ¿Quién realmente está detrás de todo ello? Se habla incluso de una suerte de gobierno oculto que conspira a niveles impensables. Algunos creen que se trata de una conspiración judía.
-No es así. La verdadera conspiración es orquestada por fuerzas negativas atrapadas en este planeta, que han sabido infiltrarse e influenciar en grandes líderes del mundo, y también a tenebrosas organizaciones tras ellos para precipitar el caos y el desorden. Más como saben, vuestro trabajo está logrando inclinar la balanza hacia la luz. Hay muchos secretos, pero ninguno de ellos ajeno a la fuerza transformadora del amor.
-¿Los gobiernos saben de las bases que tienen en nuestro Sistema Solar?
-Sí, pero no en las dimensiones que teorizan.
-¿Cuantas bases tienen en el espacio, en nuestro Sistema?
-Poseemos 17 bases orbitales, sin tener en cuenta las bases de adaptación.
-¿Bases de adaptación? -repuse intrigado-
-Satélites artificiales, como lo hemos hecho con Fobos en Marte...
Escuchar todo esto de ANTAREL era impresionante. Era palpar las reales dimensiones de un despliegue extraterrestre por asistir y ayudar un proceso de evolución que compromete de manera especial a nuestro planeta.
Me parecía tan insólito estar a bordo de una nave extraterrestre... No sentía movimiento alguno. Y el ambiente era como una sala provista de un sutil aire acondicionado.
-ANTAREL, ¿es posible que vea cómo es la nave por fuera?
MARDORX volteó y me hace una seña con su mano derecha para que me acerque.
-Observa  -me dice-
Y sobre el tablero de luces que manipulaba, se mostró una pantalla que parecía rectangular, hecha de luz y gas. La claridad era impresionante. Veía un objeto con forma de disco, plateado, y ligeramente aplastado en la parte posterior, como una lampa. Contrastaba con un vacío oscuro y decenas de líneas blancas, luminosas y delgadas, que parecían ir en dirección opuesta a la trayectoria de la nave.
-¿Cómo pueden ver la nave desde fuera? -decidí consultar-
-Nuestros vehículos no se mueven solos -contestó MARDORX-, siempre son acompañados por nuestras sondas de observación (Caneplas). En este momento nos acompañan tres. Estás viendo la imagen que transmite la sonda oeste. Sobre nosotros tenemos otra observando...
Entonces introduce su mano en una luz que asemejaba una pompa de jabón azul, y la imagen en la pantalla cambió, mostrando ahora la nave desde arriba. Luego hizo lo mismo y mostró la nave desde abajo...
-Está es la imagen que transmite la tercera sonda. Viaja debajo de nosotros -MARDORX parecía divertirse con la explicación y mi rostro de sorpresa-
-La gente no me va a creer esto, todo lo que estoy viviendo...
-No te preocupes por ello -intervino ANTAREL-. Tu estancia ahora con nosotros, y lo que te transmitirá JOAQUÍN, llegará a quienes ha sido dispuesto. Relájate que ya estamos por llegar.
Y en la pantalla, ahora veía parte de la Luna, como si la estuviésemos sobrevolando a baja altura, y tras ella, un objeto que flotaba en medio de la oscuridad, pero brillando. Era como una pelota de golf. Nos dirigíamos hacia allí.
-Aquello es CELEA -me explicaba ANTAREL- en unos instantes estaremos dentro.

CELEA: Base Orbital
No sentí movimiento alguno cuando la nave penetró en la Base Orbital. Todo fue muy tranquilo. Sólo supe que la nave se había estacionado cuando ANTAREL me lo indicó.
Luego ingresamos a través de la otra puerta oval. En ese instante me despedí de MARDORX. Al igual que ANITAC, no lo volvería a ver en el resto de la experiencia.
El pasillo conectó con otro más amplio, pero esta vez recto, y en la medida que avanzábamos, éste se tornaba cada vez más grande, hasta el punto de simular aquellos grandes corredores que se utilizan en los aeropuertos.
-Ya estamos dentro de CELEA -intervino ANTAREL-.
-Pero... ¿En qué momento entramos? ¿En qué momento salimos de la nave?
ANTAREL sólo sonreía.
Todo era muy calmo. Apenas sentía una pequeña vibración, o sonido muy tenue, como un zumbido, que parecía envolver todo el lugar.
Ahora me encontraba caminando con ANTAREL en un corredor de grandes proporciones. Estimo unos 10 metros de ancho, y posiblemente unos 15 de alto. Todo el corredor, piso y paredes, eran blancos como los de la nave que nos condujo a CELEA. En algunos sectores se mostraban unas planchas plateadas, como placas en una pared; allí pude observar figuras, como ideogramas. Sentía que no eran decorativos, sino que cumplían algún tipo de función. El techo tenía estructuras similares al cristal de roca. Eran enormes y de muchos colores.
Luego, a ambos lados del corredor que transitábamos, advertí unas grandes vitrinas o ventanales. Entonces observé claramente un bello jardín, con flores bellísimas, de las más variadas formas y colores. Tan vivos, tan reales, que de sólo ver esto, sentí que estaba contemplando uno de los espectáculos más hermosos de mi vida. Nunca mis ojos habían visto algo tan especial.
Pensaba entonces en los mundos, en las regiones más bellas del Universo, de donde podrían haber traído estas flores y vegetación tan diversa para elaborar una especie de invernadero.
-Todo lo que ves NORDAC... -me interrumpió suavemente el Guía- lo hemos tomado de la Tierra...
Mi corazón dio un vuelco... ¡Todo era de la Tierra! Comprendí entonces, como nunca antes, toda la belleza que posee nuestro planeta, y de la cual no somos concientes y respetuosos.
En eso, en dirección opuesta a la nuestra, vienen caminando tres seres vestidos con trajes grises pegados al cuerpo. Calvos y delgados, de 1.60 de estatura aproximadamente.  Pasan al lado nuestro asintiendo la cabeza como saludando. Luego siguieron como si nada. No les llamó la atención mi presencia allí.
-Son científicos -se apresuró en explicarme ANTAREL- Están de paso. Vienen de Epsilon.
Nuevamente ANTAREL leía mis pensamientos e inquietudes. Poco a poco me habitué a ello, al punto de interactuar con rapidez en las conversaciones. Era igual hablarles en voz alta o pensarlo. Inmediatamente respondían.
Tuve sensaciones muy fuertes en esta experiencia. Llegué a sentirme parte de ellos. No los veía ajenos a mí.  Incluso, por alguna razón que no comprendo, conocía las instalaciones de esta base. Sabía dónde estaban ubicados los pasillos, las puertas que debíamos cruzar, todo. Hasta el punto de percibir qué ocurría en otros sectores de la base. Al principio me sorprendí en extremo, hasta que llegue a acostumbrarme.
Sabía que ANTAREL me llevaba por un sector de CELEA donde no existe mayor tráfico. En todo momento me sentí acompañado por un amigo de siempre, que me conocía a la perfección.
-Debo mostrarte algo -intervino el Guía mirándome a los ojos-. Sígueme.
Giramos a la izquierda luego de avanzar un largo trecho. En este sector había cilindros y cajas octagonales de un color naranja, apiladas a un lado. Había otros objetos allí, pero no los recuerdo bien. A nuestra derecha, se ubicaba una gran puerta trapezoidal, que inmediatamente me recordó los ventanales de piedra en Machu Picchu y otros yacimientos arqueológicos que se atribuyen a los incas.
Pienso que la puerta medía unos cuatro metros de alto por unos tres de ancho. Su color era rojo, y tenía un símbolo parecido a una “W”, de color negro y hundido en la estructura que parecía metálica. ANTAREL se dirigió a ella sin mayor detenimiento.
Yo seguía a ANTAREL cuando vi cómo la puerta se “desarmó”, obligándome en acto reflejo retroceder. En verdad la puerta se había abierto con la sola aproximación del Guía, y ésta se dividió, por decirlo de alguna forma, en unas cinco secciones que se ocultaron en los extremos. Luego que me repuse de esta situación sorpresiva, seguí al Guía a través de una especie de rampa con unos pasamanos, que nos conducía a un segundo nivel. Allí nos encontramos ante una gran vitrina.
-Observa -me dijo señalando con su dedo índice el ventanal-.
Y he aquí que vi algo realmente increíble...
-¡Son humanos! –exclamé- ¿Qué hacen aquí?
En una gran sala, decenas de personas de todas las razas y edades, vestidas con unos buzos blancos, caminaban despacio, en paz, como en estado de meditación. En sus rostros se veía una felicidad profunda. De pronto se cruzaban, y se tocaban suavemente las manos, un roce, muy sutil. Todos hacían lo mismo.
-Fueron rescatados de tu planeta, de guerras, accidentes naturales y más, bajo su consentimiento, para ser preparados y ser nuevamente insertados en la sociedad bajo una nueva perspectiva -explicaba el Guía-.
-¿Qué hacen? ¿Por qué caminan y se tocan así?
-Están sintiéndose, reconociéndose... Es lo primero que les enseñamos cuando están con nosotros, antes de entregarles cualquier tipo de información. El ser humano olvida con facilidad su capacidad de conectarse con su propia especie, de sentir aquella conexión que los agrupa, y aún más el enlace consigo mismo. Los adiestramos en recuperar aquella sensibilidad, que pierden fácilmente en el modo de vida que han construido en la Tierra.
-Entonces no todos eran llevados a Morlen (Ganímedes)...
-Muchos incluso no han tenido que abandonar la Tierra. Se encuentran también en nuestras bases submarinas y subterráneas.
-¿Cómo volverán? ¿Volverán todos? -repuse intrigado-.
-Ya están volviendo. Y como también sabes, en silencio, con el objeto de precipitar un cambio desde dentro que no despierte sospechas, y ayudar al mundo en su proceso de transformación. Otros volverán en nuevos nacimientos.  Pronto sabrás más de ello...
El Guía giró y me pidió que lo acompañase. Entonces caminamos hasta detenernos en un arco que marcaba la entrada a un gran salón.
-Te espero aquí -me dijo- Allí dentro te espera el Amado Maestro JOAQUÍN. Abre tu corazón para comprender, y presta atención a todo lo que se te va a revelar...


(fin parte uno)  
Continua en Parte Dos



Con el Corazón Agradezco a mis Hermanos Rahmas Ricardo Gonzalez de Peru  
 Sitio Web:

y Leobardo Peña México D.F.
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Por Compartir con el Mundo este Valioso Documento.






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